jueves, 26 de marzo de 2015

Bien alimentado, el cerebro funciona mejor






Alimentarse bien no solo es cuestión de una buena figura ni un asunto estético. Comer bien es sinónimo de un óptimo funcionamiento de otros órganos que no vemos, entre ellos el cerebro. La nutrición adecuada mejora el estado de ánimo, permite pensar más rápido y tener mejor concentración.

Se sabe que la principal fuente de energía del cerebro es la glucosa, proveniente de los carbohidratos que se encuentran en cereales, legumbres, frutas y vegetales, así como productos lácteos. “Sin embargo, necesita de otros nutrientes esenciales como vitaminas, minerales, proteínas y por supuesto, buena hidratación”, indica la nutricionista Adriana Ruiz.

La experta señala también, que una alimentación desequilibrada puede producir apatía, desgano, nerviosismo, cansancio, falta de atención, problemas de memoria, de concentración e incluso depresión. Y en peor de los casos, enfermedades degenerativas como la demencia, el alzhéimer, el mal de parkinson y la esclerosis múltiple.

“A veces las personas piensan que somos un cuerpo con un cerebro y el concepto es al contrario, porque el cerebro comanda todo: el movimiento, la expresión, los sentimientos, las creencias, el aprendizaje, la inteligencia, los sentidos. Si el cerebro funcional mal el resto del cuerpo también”, advierte el internista Jorge Mario Villa.

¿Qué comer?

Incluir todos los grupos de alimentos es ideal, teniendo en cuenta que hay algunos que potencian la actividad cerebral:

1. Omega 3: ayuda a mejorar la memoria y la capacidad cognitiva de adultos y jóvenes. Está en los pescados como atún, salmón, sardina y trucha.

2. Complejo B: permite conservar la memoria. Se encuentra en los lácteos, leguminosas, carnes, pescado, ajonjolí, soya, habichuelas y plátano.

3. Vitamina C: reduce riesgo de accidente cerebrovascular, una patología común en la edad adulta. Esta vitamina está presente en las frutas cítricas, la guayaba, el tomate, las fresas y los vegetales verdes como la espinaca.

4. Magnesio: mejora la capacidad de aprendizaje y memoria. Está en frutos secos, cacao, derivados lácteos y verduras.
Aunque incluir todos los alimentos en un mismo día no es posible, Ruiz aconseja distribuirlos semanalmente, eso sí teniendo en cuenta el peso de la persona, el sexo y la edad. En el caso del pollo, la carne y el pescado, la nutricionista sugiere de dos a tres veces por semana una porción de 125 gramos. De leguminosas, tres cuartos de pocillo, una porción de verdura del tamaño de un cucharón y un huevo interdiario.

“Los lácteos diariamente se pueden incorporar a la alimentación. Lo importante es incluir todos los grupos de alimentos y tener en cuenta estos específicos que van a mejorar la función cerebral”, advierte Adriana Ruiz.

En definitiva, la composición de cada comida tiene un efecto directo sobre el comportamiento, el sueño, las tareas diarias y demás. Según un estudio realizado por el Colegio de Farmacéuticos de Barcelona, el cerebro necesita el 20 por ciento de la energía que se ingiere de los alimentos. Por esto, es vital tener una buena nutrición pues los buenos o malos hábitos alimenticios se verán reflejados en el cuerpo y la mente.

miércoles, 18 de marzo de 2015

Cuatro de cada diez niños sufren obesidad infantil: causas claves para evitarlas



Cerca de 30.000 menores fueron atendidos el pasado año en Andalucía por problemas de obesidad infantil




Pasos a seguir:

1. La valoración antropométrica: realizar al pequeño los estudios antropométricos pertinentes para detectar sobrepeso u obesidad. Hablamos de sobrepeso con perímetro de cintura (PC) 90 centímetros y de obesidad cuando se alcanza o sobrepasa el PC 97.
2. Determinar el peso deseado y saludable.
3. Valorar la predisposición tanto de la familia como del niño para el abordaje del exceso de peso. Ambos deben de estar dispuestos a trabajar sobre el cambio de hábitos alimentarios y de vida que el plan de intervención supone.
4. Establecer «metas» a medio plazo: realización de actividad física y reducción de horas de sedentarismo, cambios en los hábitos alimentarios, introducción de alimentos como verduras y frutas entre otros.
5. Elaboración de plan alimentario personalizado, sin restricciones alimentarias severas, comiendo de todo pero en sus justas medidas.
6. Revisiones cada 14 días para control de peso y para «trabajo» multidisciplinar con la familia tanto en el ámbito psicológico como en el de educación nutricional.
7. Una vez llegado al peso deseado, trabajar la forma adecuada para que el paciente se pueda mantener en el peso. Llevar al menos dos revisiones más a lo largo de cuatro.